jueves, 21 de octubre de 2010

El vergel ..........

Había conseguido entrar con Platero en El Vergel, todas las sensaciones que tuve antes de entrar se intensificaron y produjeron en mi una reacción de relax y de perplejidad asombrosamente nueva. Las pequeñas y a la vez imponentes verjas que nos separaban de la felicidad se abrieron como el cielo se abre a un ángel recien llegado. Al entrar los pasos de Platero sonaban como nunca habían sonado, cuando pisaba el esponjoso césped este proporcionaba un sonido característico de las ninfas de los pantanos sunda andan. El jardín era el frescor en estado puro. Las ráfagas del ligero aire pasaban entre las hojas con tanta sutileza que daba miedo intentar igualar su elegancia. Las acacias parecían enormes edifícios naturales hechos de madera de las que salían una imponente sombra de la cual te sentías protegido por un calor extraño y a la vez familiar. A mirar al cielo contemplabas las hermosas hojas que cubrían intermiténtemente en azulado cielo. Un pequeño río, o más bien un estrecho y escuchimirrizado arroyo pasaba bajo un pequeño puente hecho de madera de arce, que te impedía mojarte pero que por el contrario te dejaba disfrutar de la tranquilidad con la que el agua recorre el recorrido y esquiva las rocas que se ponian a su paso. Los bordes que separaban el césped del asfalto estaban hechos de mármol mate. El césped estaba embaturnado de una cápa casi imperceptíble de rocío, cuándo algún rayo de sol le lográba tocar se producía un brillo casi tan impresionante como en la superficie de un suelo de oro.
A parte de lo precioso que era aquello nos sentíamos un poco incómodos, ya podría ser por la sensación producída por haber entrado o porque el vigilante nos estaba acompañando. Le comenté:

- Muchas gracias por acompañarnos, pero creo que ya podemos seguir nosotros solos.
-Zí zeñó, pe´o no creo qué ze po´dan guiar vo´otroz zoloz-. extrañamente no le presté mucha atención, pero rectifiqué y le pregunté:
-¿Por qué usted que no nos podemos guiar a nosotros solitos?
-Zeñó, po´z mu fácil, po´que é burro, é decí, zu ví´culo no iéba a el gé pé eze-. esa respuesta me pareció extraña y le volví a preguntar:
-¿Qué es ese GPS que dice usted?
-Póz qué va a´zer, Gepeto Pérez Ezenziaz, é guía qué le po´de enzeñá to´ ezto sin qué uzté ezté teniéndo qué ir ca´a vez qué tenga una du´a a mirá a loz cartelitoz-. respuesta que me sorprendió, pero se quedó sin responder a una cuestión interesante.
-¿Qué tiene que ver Platero, es decir el burro para usted, en todo esto?
-Póz que Gepeto Pérez Ezenziaz ze aclópa a su burro y lez va diziendo tó lo que quéran, esque es un comodón olímpico-. Me quedé con una cara de extrañado al haberle oído no cambiar las eses por las cetas..............

Iván Granado Cabañas.
Platero y yo (2010)

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