domingo, 24 de abril de 2011

Esta es la historia de...

Esta es la historia de una chica, quien lloró un río e inundó todo el mundo. Y mientras se veía tan triste en las fotografías. Yo la amo absolutamente, cuando sonríe...


Tenía una sonrisa dulce, cariñosa y tímida, como una flor que se abre. Era cordial, sincera y ligeramente turbada. Cuando sonríe te sientes... Salid a pasear un día de principios de inverno, después del primer frío de la temporada. Buscad una charca con una fina película de hielo en la superficie, todavía limpia, intacta y transparente como el cristal. Cerca de la orilla, el hielo se rompe bajo vuestros pies. Mirad abajo y veréis las blancas grietas recorriendo el hielo como alocadas, complicadas telarañas. No se oye nada, pero notáis la vibración a través de las plantas de los pies. Como el hielo.

Tenía los ojos castaños. Oscuros como el chocolate, como la madera lustrada de un laúd. El cabello era castaño, por los hombros. La cara era blanca y redondeada, como una perla. Su sonrisa podría para el corazón de un hombre. Tenía los labios rojos. No era el rojo chillón, artificial, que tantas mujeres creen que las hace parecer deseables. Sus labios siempre estaban rojos, de día y de noche. Como si minutos antes de verla hubiera estado comiendo bayas rojas o bebiendo sangre.

Estuviera donde estuviese, siempre era el centro de todas las miradas. No me interpretéis mal. No quiero decir que fuera llamativa ni vanidosa. Si miramos el fuego es porque parpadea, porque resplandece. Lo que atrae nuestra mirada es la luz, pero lo que hace que un hombre se acerque al fuego no tiene nada que ver con su resplandor. Lo que le atrae del fuego es el calor que sientes cuando te acercas a él

Cuando se mueve parece el propio viento meciéndose en la nada. Su contorno te hipnotiza con su movimiento, sutil. Su voz te deja corrompido. Fina, como de niña, pero te deja advertir su hermosura en la más superficial de su profundidad.

Sus manos no eran de doncella. No tenía las manos de una princesa frágil que pasa las horas haciendo encaje y que espera que llegué un príncipe a salvarla. Son las manos de una mujer capaz de trepar por una cuerda hecha con su propio cabello para alcanzar su libertad, o de matar a un ogro que la ha capturado mientras duerme.


¿Cuantos días al año? Ella se despierta con una esperanza pero solo encuentra lágrimas. Y yo puedo ser tan deshonesto, haciéndole promesas de incierta verdad. Mientras tanto ella está ahí parada, esperando, vistiendo los agujeros de las suelas de sus zapatos.

¿En cuántos días desapareció? Cuando miras en el espejo, entonces, ¿cómo elijes? Tu ropa nunca se ve tan bien al día siguiente, ni siquiera es la misma, y tu pelo nunca cae de la misma manera, pero tú nunca pareces quedarte sin cosas que decir...

¿Cuántos amantes quedaran? Solamente con ver esta mierda día tras día. ¿Cómo terminamos así? Cuidando con nuestras bocas, de las cosas que decimos. Mientras estamos aquí parados, esperando, usando la ropa de las almas que erigimos. ¿Cómo llegamos allí hoy?


Sinceramente, cuando lleguó a la cúspide de la fe. A través de esos pasillos tan estrechos hechos para lo que no tienen ningún sentimiento en contra de la perspectiva de la realidad, para los que aman la subjetividad. No me atreví a demostrar lo que sus ojos reflejaban ni lo que dichas manos me decían. Porque en verdad le quité lo que el mundo ni quiere ver. Pero bueno, en realidad...

Esta es la historia de una chica, quien lloró un río e inundó todo el mundo. Y mientras se veía tan triste en las fotografías. Yo la amo absolutamente...

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